martes, 1 de marzo de 2011

Los Judíos y su encuentro con Roma


Vista de Masada hoy en día

En el año 63 a.e.c, el general romano Pompeyo, penetró en Judea y conquistó Jerusalén y las ciudades vecinas. A partir de entonces Judea perdió su independencia y quedó subyugada a Roma. En un primer momento, a los romanos no les importaba mucho que tipo de religión se desarrollara en los espacios conquistados pues la conquista más bien era político-militar.

Lo que les importaba era que se pagaran altos impuestos y que el imperio romano tuviera muchas ganancias, por eso al principio la situación era bastante tolerable, porque los romanos no impusieron restricciones a la vida cotidiana.

Sin embargo, la tirantez entre el conquistador y el conquistado fue aumentando cada día más. A medida que Roma iba floreciendo como un imperio, se convertía en un pueblo más expansionista, sediento de poder, corrupto y vicioso. Todo esto conllevó a su vez a una tensión entre los diferentes grupos de judíos (Los saduceos, los fariseos, los esenios, los celotes) y la posterior rebelión contra Roma.

En el año 37 a.e.c, Herodes, fue designado por los romanos (Senado) rey de Judea. Gobernó desde el año 37 a.C. al 4 a.C. Gran admirador de la cultura greco-romana, Herodes inició un vasto programa de edificaciones que incluyó las ciudades de Cesarea y Sebastia y las fortalezas de Herodión y Masada. Hizo muchas obras públicas. Refaccionó el Templo convirtiéndolo en uno de los más magníficos edificios de su tiempo. Mejor dicho fue su máxima obra de arte en la capital y fue considerada la construcción más bella en el mundo romano.

En el terreno económico su reinado fue próspero. Pero, no fue capaz de ganar la confianza y el apoyo de sus súbditos judíos. Diez años después de su muerte, Judea quedó bajo la directa administración romana.

El creciente enojo contra la supresión romana de la vida judía condujo a violencias esporádicas que culminaron en una revuelta general en el año 66 EC. Las superiores fuerzas romanas, dirigidas por Tito resultaron finalmente victoriosas, destruyendo totalmente Jerusalén (70 EC) y derrotando la última posición judía en Masada (73 EC).

En el año 73 E.C.  cerca de 1.000 hombres, mujeres y niños que sobrevivieron la caída de Jerusalén ocuparon y fortificaron el complejo del palacio de Herodes en Masada, ubicado en la cumbre de un monte cerca del Mar Muerto.

Durante tres años, los celotes resistieron los repetidos intentos romanos para desalojarlos. Cuando los romanos finalmente escalaron Masada e irrumpieron dentro de sus muros, descubrieron que los defensores y sus familias habían preferido darse muerte con sus propias manos que someterse a la esclavitud.

La destrucción total de Jerusalén y del Templo fue catastrófica para el pueblo judío. De acuerdo al historiador judío de la época Flavio Josefo, cientos de miles de judíos perecieron en el asedio a Jerusalén y en distintas partes del país, y muchos miles fueron vendidos como esclavos.

Un último breve período de soberanía judía siguió a la revuelta de Shimón Bar Kojbá (132), durante la cual se recobraron Judea y Jerusalén. Sin embargo, dado el enorme poderío de los romanos, el resultado fue inevitable. Al término de tres años, conforme a la costumbre romana, Jerusalén fue "arada con una yunta de bueyes"; Judea fue llamada Palestina, y Jerusalén, Aelia Capitolina.

Aunque el Templo fue destruido y Jerusalén quemada hasta los cimientos, los
judíos y el judaísmo sobrevivieron su encuentro con Roma.

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